viernes, 1 de junio de 2012

El bordado de Dios

Cuando yo era pequeño, mi mamá solía  coser mucho. Yo me sentaba cerca de ella y le preguntaba qué estaba haciendo.  Ella me respondía que estaba bordando. Siendo yo pequeño,  observaba el trabajo de mi mamá desde abajo, por eso siempre me quejaba  diciéndole que solo veía hilos feos. Ella me sonreía, miraba hacia abajo y  gentilmente me decía: “Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado  mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba”.  Me  preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y porqué me  parecían tan desordenados desde donde yo estaba.  Mas tarde escuchaba la voz de  mamá diciéndome: “Hijo, ven y siéntate en mi regazo.”

martes, 29 de mayo de 2012

En el tiempo en que Herodes era rey del país de los judíos, vivía un sacerdote llamado Zacarías, perteneciente al turno de Abías. Su esposa, llamada Isabel, descendía de Aarón. Los dos eran justos delante de Dios y obedecían los mandatos y leyes del Señor de manera intachable. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; además, los dos eran y a muy ancianos. Un día en que al grupo sacerdotal de Zacarías le tocó el turno de oficiar delante de Dios, según era costumbre entre los sacerdotes, le tocó en suerte a Zacarías entrar en el santuario del templo del Señor para quemar incienso. Mientras se quemaba el incienso, todo el pueblo estaba orando afuera. En esto se le apareció a Zacarías un ángel del Señor, de pie al lado derecho del altar del incienso. Al ver al ángel, Zacarías se quedó sorprendido y lleno de miedo.

En la oscuridad

Una mujer confesó a una amiga su confusión y duda acerca de la toma de una decisión importante. Ella profesaba creer en Dios pero no asimilaba que el apoyarse en su fe, le ayudaría a elegir su camino. "¿Cómo sé que estoy haciendo lo correcto?", preguntaba. "¿Cómo puedo creer que mi decisión será la precisa si ni siquiera veo el mañana?" Su amiga reflexionó y por último le dijo: "Así es como lo veo. Imagínate que conduces en bajada por una carretera oscura de campo y no hay luces que te provean noción alguna de tu ubicación. Es un poco espeluznante. No obstante, confías en tus luces delanteras. Ahora, éstas sólo te permiten visualizar diez metros del camino frente a ti y eso te es suficiente para ver por dónde te diriges. Y mientras viajas por esa senda de apenas diez metros, los focos delanteros te muestran otros diez metros más, hasta que por fin alcanzas tu destino sano y salvo". Comparable a ello es vivir por fe. No somos capaces de ver el mañana, la semana próxima o el año por venir, pero sabemos que Dios nos proporcionará la luz para encontrar el camino, cada vez que necesitemos de ello. Cuando estés al borde de toda luz, y a punto de dar un paso en falso hacia las sombras de lo desconocido, tener fe es saber que ocurrirán una de dos cosas: Encontraremos algo sólido donde sostenernos, o aprenderemos a volar.
Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz a mi camino. Salmo 119:105